29 de agosto de 2011
Felicidades Mar-qui-tos
hoy, al no estar, tengo muy claro que te habríamos devuelto, pero cariño, no esta en nuestra mano.........
Marcos, hijo, aún te recuerdo a los pocos minutos de venir al mundo, llorón, de amarillo, coloradote... ... y tu madre volviendo a la -vida- tras haberte traido a ti a este mundo.
Va por vosotros dos, siempre os querré, por muchas vueltas que dé el mundo y la vida.
El dolor es, quizás, el sentimiento que mas puede llegar a unir a las personas, incluso, hoy me atrevo a afirmarlo, que el amor y mucho mas allá que las alegrías pasajeras.
Hijo, para descansar
es necesario dormir,
no pensar,
no sentir,
no soñar.
Madre, para descansar, morir.
(Manuel Machado)
11 de agosto de 2011
¿quién reconstruirá?
Solo ciertos ünguentos reconfortan los caminos del día al día que nos han tocado vivir, a veces arrastrando sus horas, con formas de amistad y cariño.
Amiga Ana gracias por regalarnos tu voz y tu sentimiento a lo largo de este hermoso poema musicado:
(pinchar para escuchar y luego flecha retroceder para volver al blog)
¿ Quién sembrará vientos de esperanza
que no podrán amamantar a sus hijos ?
¿Quién podrá decir un te quiero
¿Quién llenará tanta mano vacía ?
a los que habéis robado la esperanza ?
¿ Quién tañerá nuevas canciones
7 de agosto de 2011
Madre Muerte
nuestra primera madre, que nos quiere
a través de las otras, siglo a siglo,
y nunca, nunca nos olvida;
madre que va, inmortal, atesorando
—para cada uno de nosotros sólo—
el corazón de cada madre muerta;
que esta más cerca de nosotros,
cuantas más madres nuestras mueren;
para quien cada madre sólo es
un arca de cariño que robar
—para cada uno de nosotros sólo—;
madre que nos espera,
como madre final, con un abrazo inmensamente abierto,
que ha de cerrarse, un día, breve y duro,
en nuestra espalda, para siempre.
3 de agosto de 2011
50 menos uno
2 de agosto de 2011
Hijo mío
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde en mi pisada,
me arrastras de la mano… Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
Autor: Leopoldo Panero