Volvió de N. Y., ilusionada, ilusionante. En la maleta y en el corazón trajo un verso de Gioconda Belli aprendido y me lo regaló. Quizás han pasado tres años de aquello. Desde entonces me permití el gusto de buscarla, no de forma fácil, si no con la incertidumbre de no hallarla nunca jamás.
Hace unas semanas, entre cientos de títulos, me llamó: Hoy es el día Félix, estoy aquí y solo para ti, aprovecha el momento, el irrepetible aquí y ahora… por fin pude adquirir (en el rastro) La mujer habitada. Gracias Halmü, de no ser por usted, quizás, nunca jamás hubiera leído a Gioconda Belli (espero encontrar prontamente sus poemarios, sin forzar su encuentro, llegarán…)
Hace unas semanas, entre cientos de títulos, me llamó: Hoy es el día Félix, estoy aquí y solo para ti, aprovecha el momento, el irrepetible aquí y ahora… por fin pude adquirir (en el rastro) La mujer habitada. Gracias Halmü, de no ser por usted, quizás, nunca jamás hubiera leído a Gioconda Belli (espero encontrar prontamente sus poemarios, sin forzar su encuentro, llegarán…)
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“ Regresó al atardecer. Abrió puertas y ventanas. Parecía feliz. Tan feliz como yo que me he pasado el día reconociendo el mundo, respirando a través de todas las hojas de este cuerpo nuevo. ¡Quién me hubiera dicho que esto sucedería! Cuando los ancianos hablaban de paraísos tropicales para los que morían en el agua, bajo el signo de Quiote-Tláloc, imaginaba regiones transparentes, hechas de la sustancia de los sueños. La realidad es, a menudo, más fantástica que la imaginación. No vago por jardines. Soy parte del jardín. Y este árbol vive de nuevo con mi vida. Estaba todo maltrecho pero yo he puesto savia en todas sus ramas y cuando venga el tiempo, dará frutos y entonces el ciclo empezará de nuevo. ”
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