14 de noviembre de 2012

"murió mi eternidad y estoy velándola"


Ayer en la Casa de América disfrutamos de César Vallejo, conmemorando los 90 años de su "Trilce", escuhar a Félix Grande y Francisca Aguirre, recitar, narrar, llorar, contar, sincerarse, soñar... es algo único. Gracias.

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 
la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! 

Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras 
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; 
o los heraldos negros que nos manda la muerte. 

Son las caídas hondas de los Cristos del alma, 
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. 

Y el hombre... ¡Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como 
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido 
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada. 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon: les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

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