Si viene la muerte
Si te ves herido no temas llamarme. No, llámame desde donde te halles,
aunque sea el lecho de la vergüenza. Y yo iré, aun cuando estén erizados
de espinos los llanos hasta tu puerta.
No quiero que ninguno, ni Dios, te enjugue en las sienes el sudor ni te
acomode la almohada bajo la cabeza.
Estoy guardando mi cuerpo para resguardar de la lluvia y las nieves tu
huesa cuando ya duermas. Mi mano quedará sobre tus ojos para que no
miren la noche tremenda.
Autor: Gabriela Mistral.
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