Voy familiarizándome con la
lúgubre idea de la muerte, y sólo me trastorna, de cuando en cuando, el
pensamiento de no volver a ver, como hubiera deseado hacerlo, los entrañables
lugares por donde alguna vez pasé.
La tristeza se apodera de mis
pobres carnes y las lágrimas asoman a mis ojos al pensar que sólo con la
imaginación podré ya despedirme de aquellos sitios a los que tan ardientemente
amé…
…Para lo que está vivo no
existe lo que se muere, lo que se pierde implacablemente para la vida, lo que
hye del cotidiano dolor de mantenerse, instante a instante, en una
ininterrumpida continuación de actitudes. Y para lo que se muere, lo que vive y
perdura es una dolorosa y ofensiva presencia que no se aguanta. ¡Dios mío, cómo
siento en mis carnes, que pronto os regalarán su dolor y su temperatura, el
desgarrado dolor de la verdad de lo que os digo!
Camilo José Cela (en su
centenario 2016)