LA MUERTE NO
ES EL FINAL (San Agustín)
La muerte no es nada, sólo he pasado a
la habitación de al lado.
Yo soy yo, vosotros sois vosotros.
Lo que somos unos para los otros
seguimos siéndolo.
Dadme el nombre que siempre me habéis
dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente.
No toméis un aire solemne y triste.
Seguid riendo de lo que nos hacía reír
juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como
siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido. El
hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra
mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Os espero; No estoy lejos, sólo al otro
lado del camino.
¿Veis? Todo está bien.
No lloréis si me amabais. ¡Si
conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico
de los Ángeles y verme en medio de ellos ¡Si pudierais ver con
vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que
atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la
cual todas las bellezas palidecen!
Creedme: Cuando la muerte venga a romper
vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban\ y, cuando un día
que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el
que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que
siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volveréis a verme, pero
transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con
vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con
embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario