3 de mayo de 2009

Un año. Y al tercer día...


No llores si me amas.

¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!

¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!

¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!

¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

Creedme: cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando llegue el día, que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme, pero transfigurado, en éxtasis y ¡ feliz !, ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida,

Enjuga tu llanto y no llores si me amas.

San Agustín.

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