25 de marzo de 2010

algunos comentarios

- Buscando un verso, "Paciencia. Cuajará la lágrima, se convertirá en isla", llego a este diario. Y me veo en la obligación de agradecer al autor el haberme mostrado tan claramente el verdadero valor de la vida en estos días en que parece que nunca sale el sol. Gracias.Un saludo, os deseo todo lo mejor. (Carmen)

- Llego a casa, como siempre a rastras, y por casualidad me encuentro con este verso de un tal Aris Alexandru: Paciencia. Cuajará la lágrima, se convertirá en isla. Quiero saber más, gugleo, y me topo con un blog que lo cita, de un padre que perdió a su hijo de 21 años, precisamente en 2008, y para más casualidad, el día en que yo cumplía los 28. Me doy cuenta de que, mientras esa familia afrontaba una de las peores situaciones que nos puede deparar la vida, yo finiquitaba mi tesis doctoral y buscaba un lugar extranjero en el que exiliarme para crecer como científica o para demostrarme a mi misma hasta donde podía llegar, o porque se suponía que era la única salida. Ya no me acuerdo, las razones se me han ido resbalando, confundiendo, qué sé yo. Casi dos años después, el padre de aquel chaval, que tristemente debe ser un número en las estadísticas que he leído esta mañana, sigue escribiendo en el blog, todo ternura, entereza y vida. Admirable. Y yo me arrastro con mi bicicleta por Cambridge, con un contrato de investigadora en la segunda mejor universidad del mundo, como si la más grande de las desgracias pesara sobre mí, y sigo escribiendo en el blog, toda cinismo, desesperación y desengaño. Imperdonable

- Hola Félix,
Soy Carmen, la protestona del blog, que dejó un comentario en tu blog. (Valga la redundancia). Sólo quería mandaros un saludo a tí y a tu familia, y como ya dije, toda mi admiración. Siempre me ha sorprendido como el ser humano tiene una resistencia proporcional a la tragedia que vive. En mi caso, mi tragedia y mi pérdida son minúsculas: vivo en un exilio autoimpuesto por razones de trabajo, lejos de mi casa, de mis amigos, de mi familia, pero sobre todo, de mi pareja, con la que he vivido desde siempre, con quien formé una sola persona desde la adolescencia. Creí que podía aparcar mi vida y retomarla donde la dejé una vez acabase mi contrato en el extranjero y volviese a casa, pero me di cuenta desde el mismo día que puse un pie en Cambridge que eso no iba a ser posible. Sin embargo, él sigue ahí. A mis treinta no he tenido hijos aún, y con mi estilo de vida no me lo planteo a corto plazo (Sí, se me va a pasar el arroz). Por eso me queda muy lejana la situación que habéis tenido que padecer perdiendo a vuestro hijo. Y sin embargo, cuando aterricé en tu blog no pude evitar la lágrima y el deseo de mandaros, repito, mi admiración. Como científica atea, sólo puedo plantearme el valor de la vida de uno basándome en las cosas buenas que deja a los demás cuando le toca morir, en los recuerdos imborrables que les deja a sus personas queridas, que aunque pueden resultar dolorosos, no dejan de llenarlas de amor. Por eso imagino que vuestro hijo fue una persona enorme.
Un abrazo
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Una de las mayores desgracias es perder un hijo al que has amado al máximo; pero, tambien es una de la mayores suertes tener un hijo al que amar, y quedarte con esa "FORTUNA"; pero, ¿y si tienes un hijo que solo te ha traido problemas y desgracias?. En ese caso no tienes ningún consuelo... por parte de nadie, al contrario, se pregunta una mayoría, ¿lo has hecho bien?.
Amparo, eres de la mejores personas que me he encontrado en esta vida ¡¡tan injusta!!
Galatea
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Decía Krishnamurti "El hombre que confía en el tiempo, como medio para conseguir su felicidad, vive en la ignorancia y, por tanto, en el conflicto", ahora en estos días, me voy a regalar tiempo,
¿no sería hermoso sentirse que uno es tiempo y no que corre tras de él?.
No hacer nada, pero sin dejar nada por hacer.
Amparo.

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