UNO DE NOVIEMBRE
Qué libres son los muertos en su muerte,
ya nadie pone en duda
su edad exacta,
su voluntad finita.
su voluntad finita.
Ocupan un vacío permanente
en el fondo secreto de la tierra,
en esa latitud
en la que el riego de la sangre
es un estado independiente
del estado ruinoso de los huesos...
...Que nadie desenrede
los hilos de la muerte
con secas oraciones.
LUGAR SECRETO
Yo conozco el perfume de la muerte
derramado en la carne derrotada.
Yo conozco los pliegues del sudario
tejido de organdí y de ceniza
-carne de seda, polen del olvido-,
y ese lugar donde la muerte esconde
las mortajas de arcángeles obscenos
-polvo de plata, nieve descosida-,
la piel de las canciones que en los labios
de frívolas muchachas eran rojas
manzanas sin semillas, sin idioma.
Yo conozco el tesoro de la muerte,
la riqueza nacida de su expolio:
lágrimas de sangre,
corales de silencio que se incrustan
en el negro azabache de los lutos,
o bucles como joyas infantiles,
ancianas lentejuelas, abanicos
de nácar y tisúes, frutas rubias
en rodajas de piedras refulgentes
y las añiles ropas de los ángeles
caídos en desgracia y que alzaron
sus espadas de flores contra el cielo.
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