31 de mayo de 2012

"Silencios"


A menudo se me olvida
que has muerto.
Abro tu armario con cautela.

Él respira pausado,
sigiloso,
pero respira.


Miro su esternón por si acaso
fuese una demencia mía,
(como lo hacia contigo en la cuna)
e insufla más aire en sus grietas.

Los vestidos hacen cabriolas
al compás del blues de Amy Winehouse:
“Lover never say goodbay”.


El beige con capucha
que compraste días antes de partir
contornea su cadera con Shakira.

Tus chaquetas de lana de vivos colores,
como la piel donde dormías
y el prefacio de tu sonrisa de amapolas,
forman un caleidoscopio sinfónico.


Los bolsos piden baile
a tus fulares invocando el mantra
de la diosa Ziva:
“On namah shivaya”,
reluciendo el plateado faro
de tu última cartera,
que contenía cinco euros
para tu paquete de Marlboro.


Saltan como palomas
a por su cáscara de pipas
entre la naftalina y el aroma
de tu perfume a azmicle y hierbabuena.

Se sienten cómodos y distendidos
en la fiesta del desconcierto,
sabiéndose únicos e irrepetibles.


Dueños de mis silencios,
cuando vespertina los arrullo entre mis pechos
mamando la desfloración del recuerdo
salado de mi retina.


Y esclavos de mi memoria, cuando
por un breve instante,
queriendo apartarlos
de mis cicatrices,
me desgarran con sus torpes desmanes
y abren sajaduras
prosaicas, allá dónde habitaban poetas.

Respiran y están más vivos que nunca.


Pero tú, hija…
¡has muerto!
¡Si supiese dónde has ido!
Si supiese dónde reposa tu pelo,
sin las gotas de aroma de lavanda que consagrabas
en la almohada, cuando los sueños entraban
por la rendija de nuestros azulados misterios.

¿Dónde estás? ¿En alguna galaxia más allá
de la estratosfera pendiendo de una estrella?
¿Tienes frío?

Tú, que siempre estabas helada,
no te llevaste ninguna chaqueta
de vivo color para esta odisea.

Con ella, quizás una noche de estas
te hubiese reconocido al otear el infinito.

La verde chaqueta sigue aquí,
en ese cuadriculado milagro de roble,
bailando con toda tu ropa
sin percatarse de tu ausencia.

¡Qué incomprensible ademán
de dislocados niños traviesos!

Nadie les molesta por la mañana
deshaciendo su somnolencia a golpe
de movimiento de percha,
ni por la noche batiendo alas de liquen
en el bosque de los pijamas.

Se han olvidado de su cometido
mostrando su lado más mimoso
en profana egolatría.

Se saben dueños absolutos
de mis lágrimas,
de mi desamparoy de todo el amor que guardaba para ti.

- cualquier padre-madre que busca en el silencio la Presencia del hijo arrebatado.

No hay comentarios: